Viaje Astral de Bernardo


Bernardo era un joven siempre interesado en las artes ocultas, lo desconocido. Una noche, como era su costumbre, decidió realizar un viaje astral. Esto no era algo nuevo para él, lo había realizado en varias ocasiones. Como siempre, se recostó en su cama, cerró los ojos y se concentró en su respiración. En un instante, su cuerpo se sintió ligero, como si flotara. Se liberó de su forma física y se encontró en un vasto espacio lleno de luces brillantes, viajando lejos, cerca de su hogar en la adolescencia.


Mientras exploraba las instalaciones de un centro comercial, se topó con un hombre alto, moreno y delgado, con ojos amarillos que parecían brillar como fuego. El hombre sonrió, Se presentó como aquel que cumple los sueños y le dijo:


—Puedo ofrecerte la oportunidad de viajar en el tiempo, como siempre has querido joven.


Intrigado y emocionado, Bernardo aceptó sin dudar. En un parpadeo, su cuerpo bajó a las capas subterráneas del centro comercial. La oscuridad poco a poco desapareció y pronto se encontró entre las nubes, en el cielo de una ciudad en desarrollo. Era San José. Súbitamente se vio en las bulliciosas calles de la capital en los años de 1940. Las personas sencillas y recatadas hablando de sus quehaceres diarios, unidos al aroma del café recién hecho y flores de crisantemos llenaban el aire y una atmósfera propia de un recuerdo que Bernardo parecía conocer, pero nunca haberlo vivido. 


Sin embargo, su emoción pronto se apagó. 


Mientras caminaba, observando emocionado cada detalle del sitio, dos policías lo detuvieron. Con miradas incrédulas, lo interrogaron sobre su vestimenta y su extraño comportamiento. Bernanrdo, intentando explicarse, habló de su viaje y de su origen en el futuro. Pero sus palabras solo provocaron miradas de desconfianza. Los policías, convencidos de que era un loco, decidieron arrestarlo.


En ese momento de confusión, Bernardo sintió que el mundo se desvanecía a su alrededor. Un segundo después, se encontraba en el mismo sitio, pero en su epoca y algo no estaba bien. Se dio cuenta de que aún seguía en el plano astral. Todo era diferente; el ambiente era oscuro y una extraña sensación de desesperación lo envolvía.


Desesperado por encontrar una salida, comenzó a huir. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que el hombre de ojos amarillos lo seguía junto a dos criaturas enormes que no se podían ver, solo sentir, como ondas de calor. En su camino, se cruzó con una anciana que, con una sonrisa amigable, le ofreció su ayuda. Agradecido, la siguió hasta una habitación en medio de una casa antigua de la ciudad, pero pronto se dio cuenta de que había caído en una trampa. La anciana resultó ser una colectora de entes que lo atrapó en un lugar oscuro, junto a otras almas perdidas que, como él, habían caído en su trampa.


Mientras el lamento de las almas resonaban a su alrededor y sus formas ya un tanto deformes por el tiempo apresadas, Bernardo se sintió atrapado y asustado. Pasaron lapsos equivalentes a semanas en el mundo astral y él continuaba apresado. Sin embargo, en un momento, ignorando el pánico, recordó las enseñanzas sobre la fe. Se arrodilló y comenzó a orar, pidiendo ayuda y redención.


Con cada palabra, sintió que la oscuridad se iba. Una luz brillante lo envolvió, y de repente, algo lo tomó y llevó con extrema fuerza hasta su hogar... Tomó conciencia. Aun con parálisis de sueño, sabía que se encontraba de nuevo en su cuerpo físico, en su habitación. La sensación de libertad lo abrumó. Una vez que tomó control de su cuerpo, agradeció por haber regresado haciendo una promesa: nunca más realizaría viajes astrales.


Desde ese día, Bernardo aprendió a apreciar su vida y a no buscar lo que va más allá de lo conocido. Había aprendido de la manera más dura que algunas puertas no deben abrirse nunca.

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