Nunca Invoques lo Desconocido


En el año de 1933, en una residencia en la parte antigua en el centro de la de ciudad de San José, un grupo de jóvenes decidieron experimentar con lo paranormal. Una noche, reunidos en la sala principal, sacaron una ouija en un intento de comunicarse con espíritus de antaño.


Lo que comenzó como una broma pronto se convirtió en algo mucho más oscuro. Mientras las luces parpadeaban y el tablero de la ouija se movía misteriosamente bajo sus dedos, un escalofrío recorrió la habitación. La atmósfera se volvió cargada de energía, y antes de que pudieran darse cuenta, habían convocado a un espíritu maligno.


El espectro, cuya presencia se manifestaba como una sombra oscura y amenazante, comenzó a hacerse notar en la casa. Los habitantes del lugar comenzaron a experimentar fenómenos extraños: objetos que se movían solos, susurros en la noche, y una sensación constante de frío que no se iba.


Con el tiempo, los residentes de aquella casa comenzaron a sentirse agotados y deprimidos, como si la energía vital les fuera drenada lentamente. Pesadillas horribles los atormentaban cada noche, y la sensación de ser observados se volvió insoportable.


A medida que el espectro se fortalecía con la energía de los habitantes, su presencia se hizo más y más poderosa. Los intentos de expulsarlo resultaron inútiles, y cada día que pasaba, la oscuridad que lo rodeaba se volvía más intensa.


Finalmente, los residentes de aquel hogar se vieron obligados a huir, dejando atrás todas sus posesiones y recuerdos. Desde entonces, esa casa en el centro de San José ha sido evitada por muchos, siendo abandonada al poco de habitarla, considerada como un lugar maldito y habitado por un espectro que nunca descansará en paz. 

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